Jorge Bayarte

Jorge Bayarte

¡Hola de nuevo! Soy Jorge Bayarte y hace 3 años realicé mi primera experiencia de voluntariado con Huauquipura en el UEENCAR. Volví muy impactado, con inquietudes distintas, feliz, con muchas personas en la cabeza y en el corazón, con ganas de hacer algo más y con mucha ilusión de volver.

Desde el año pasado tenía en mente repetir esta increíble experiencia que me había enseñado tanto, pero esta vez nos queríamos ir Ana Muñoz (mi pareja) y yo. Decidimos apostar por Huauquipura de nuevo, ONG cercana, familiar y que cuida con muchísimo cariño cada proyecto que apoya en distintos países del sur.

Y así fue, nos fuimos Ana y yo junto con Ana Latorre, a la que habíamos conocido mientras hacíamos el curso de voluntariado con Huauquipura. Estuvimos un mes y medio en la Federación de Mujeres de Sucumbíos (FMS o FEDE), proyecto icónico y muy importante para esta ONG. La FEDE es una organización de mujeres ubicada en la provincia amazónica de Sucumbíos que ha cumplido este año su 35 aniversario, entre sus objetivos destacan: fortalecimiento de las capacidades técnicas y organizativas de mujeres rurales, seguimiento y apoyo a mujeres víctimas de violencia de genero e intrafamiliar, cajas de ahorro y créditos con enfoque de género, protección de derechos de niños, niñas y adolescentes.

Solo fuimos con un proyecto claro, que era el realizar un campamento en dos comunidades indígenas (Puyu Punku y Yuraxisa) con niños y niñas desde los 4 años hasta los 18 y la temática eran los derechos humanos. Cuando nos lo comentaron lo vimos un reto enorme, a simple vista nos parecía bastante complejo el preparar y realizar unos campamentos con esta temática y con edades tan distintas. Una vez ahí, conociendo la rutina de estos niños y sus comunidades, lo vimos como una oportunidad para mostrar a estos niños los derechos que tenían. Derechos que aquí parecen incuestionables en estas comunidades no lo son tanto: derecho a una familia que te cuide y te proteja, derecho a ir a la escuela, derecho a jugar, derecho a una buena alimentación, y un derecho al que dimos mucha importancia, derecho a soñar. Fue un verdadero regalo el poder preparar estos campamentos, Ana y yo somos monitores de campamentos en Zaragoza y fue un aprendizaje enorme.

Lo que hicimos el resto de los días fue pasar todo el tiempo que teníamos en la Casa Amiga haciendo todo tipo de actividades. La Casa Amiga es un albergue de mujeres, niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia. Nosotros vivíamos a 50 metros de la Casa Amiga, desayunábamos e íbamos directamente con ellas y hasta después de cenar no volvíamos a nuestra habitación. Durante el día preparábamos actividades y talleres para hacer con los niños y con las mamás de la casa. El objetivo de las actividades para los niños era el que se distrajeran, disfrutaran, se relacionaran con los demás niños de la casa, y trabajaran y jugaran en equipo. Más enfocado a las mujeres, hacíamos talleres, recetas y manualidades con la idea de que alguna de ellas pudiera emprender desarrollando estos conceptos. A parte de las actividades nos encantaba pasar ratos juntos, ratos muy largos en el jardín de la casa hablando, jugando a las cartas, haciendo pulseras, haciendo el pino… Básicamente hacíamos todo lo que se nos ocurría para hacerles pasar un buen día, con el fin de que se olvidaran en algún momento de su dura e injusta situación y se fueran a la cama contentas con el día que habían pasado. Para esto último fue fundamental el deporte después de cenar que hacíamos todos los días sí o sí. Empezamos jugando partidos de futbol cortos y sin mucha intensidad y las últimas semanas la cancha de futbol presenciaba partidos de más de dos horas en los que todos sudábamos y nos vaciábamos completamente. En estos momentos jugando al futbol te debas cuenta que estabas conviviendo con mujeres muy fuertes, valientes, con unas ganas enormes de disfrutar, madres que se apoyan entre ellas y cuyo mayor sueño es proteger a sus hijos e hijas de la violencia que había en sus casas.

Ha sido un mes y medio de compartir, de escuchar, de hacer reír, de aprender y de reflexionar. Hemos vuelto muy felices y muy agradecidos, con ganas de contar lo que hemos vivido y de seguir por este camino, de conocer, de echar una mano y de crecer como personas.

Antes de acabar y volver a España fuimos a hacer una visita rápida a mi segunda familia, la familia Bohorquez Villamar. Ana y yo nos recorrimos Ecuador de norte a sur para volver a Ricaurte, pueblo donde está el UEENCAR, así por fin Ana ponía cara a esas personas de las que le había estado hablando desde hace 3 años. Fue una semana de disfrutar, de recordar y de soñar.

Seguro que vuelvo una tercera vez a Ecuador.

 

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