Inés Domper

Inés Domper

Soy Inés Domper, tengo 32 años, y hace unos meses sentí que era el momento perfecto para realizar un voluntariado internacional. Me encontraba en una etapa bastante tranquila de mi vida, en un momento emocionalmente estable y feliz, lo que me generó la ilusión de intentar contagiar con mi energía positiva a los demás, aprendiendo a lo largo del camino tanto como me fuera posible.

Un buen día, una amiga me habló de la asociación Huaquipura, mediante la cual ella hizo un voluntariado hace unos años en Senegal. Fascinada por sus anécdotas, no tardé en ponerme en contacto con ellos, descubriendo, muy gratamente, que desde el primer momento (y hasta el final de esta aventura) su trato hacía mí sería muy amable y cercano. En unas semanas comenzamos un curso de cooperación que duró seis sesiones. En este curso, nos explicaron la historia de cómo surgió Huauquipura y de sus numerosos proyectos. Además, nos explicaron algunas herramientas de mediación y nos ilustraron con nuevas formas de trabajar en equipo y dinámicas de grupo, a través de las cuales podríamos desarrollar ideas y nuevos conceptos que nos ayudarían en nuestros futuros destinos.

Concretamente en mi caso, viajamos tres chicas al mismo destino, a Ecuador, con la Federación de Mujeres de Sucumbíos, cuyo objetivo es mejorar las condiciones de vida de la mujer de la provincia de Sucumbíos fortaleciendo su proceso organizativo y luchando contra la violencia hacia las mujeres en todos sus aspectos.

Mi proyecto de voluntariado se centraba, por un lado, en colaborar en la parte organizativa, y por otro, en colaborar con otros proyectos que se realizaban en las comunidades indígenas. Durante estas actividades, viví de primera mano cómo es gestionar y coordinar una asociación tan grande liderada por mujeres, en la cual realizan numerosas labores con el fin de alcanzar sus objetivos, aun cuando las subvenciones económicas son tan ajustadas y están marcadas por un ritmo latino que tanto caracteriza a esta parte del continente.

Así mismo, otra de mis funciones era asistir a varios proyectos, como el de la realización de abalorios, el de la elaboración de figuras con arcilla, y el de la creación de un huerto con plantas medicinales (como en mi formación académica y profesional cuento con conocimientos de agricultura, fui nombrada encargada de este último). La guinda del pastel de toda esta labor fue la última de mis contribuciones a este voluntariado: la toma de fotografías y vídeos para su posterior difusión en las redes sociales.

Una de las experiencias más enriquecedoras fue la de trabajar con las mujeres de las comunidades indígenas, y muchas de ellas mujeres emprendedoras, donde compartíamos conocimientos y aprendizajes mutuos. Los relatos que me contaban sobre sus vidas eran tan desgarradores como reales, impresionándome de tal modo que no podía sino admirarlas por su enorme capacidad de resiliencia. De todo aquello, me quedo con una frase que me dijo una vez mí ya amiga, y mujer emprendedora, Frida: “Es difícil, pero no imposible”.

Pese a que estas fueron mis actividades redactadas en un papel durante el voluntariado, no ha sido lo más gratificante de esta experiencia, pues todo lo que vi, todo lo que aprendí, y todo lo que viví, conforman un indisoluble conjunto de vivencias increíble, que no soy capaz de describir aquí, de forma tan resumida.

No puedo acabar este escrito sin hablar del propio Ecuador, sobre todo de su cultura, su gastronomía y su biodiversidad… ¡qué decir! ¡Este país es extraordinario! Probé frutas que ni sabía que existían y que luego resultaron ser de las que más me han gustado en la vida, ¡¡como la granadilla!! ¿Y los desayunos? Y no me refiero a los alimentos en sí, sino a los “momentos” de los desayunos: ¡estar tomando un café a primera hora de la mañana y que aparezca para saludarte un colibrí en tu jardín no tiene precio! El clima… tan volátil como surrealista, nos traía un poco más de cabeza… Imaginad: salir de tu casa por la mañana con un chubasquero porque caía el diluvio universal… ¡y regresar por la tarde con la cara quemada por el sol! No obstante, ¡es un pequeño precio para pagar con tal de admirar los hermosos parajes que Ecuador tiene para ofrecer! ¡¡Qué selvas!! ¡Y cuántas criaturas únicas!

Por todas las experiencias vividas, que me han nutrido y enriquecido mucho como persona, estaré eternamente agradecida a las personas que componen Huauquipura y a la Federación de Mujeres de Sucumbíos, que me han dado esta oportunidad tan única y maravillosa. Agradezco también a la vida el haberme dado la oportunidad de haber conocido a mis dos compañeras de aventuras: Sara y Vanesa, con las que he compartido momentos únicos y a las que me llevo a casa convertidas en dos grandes amigas 😊

Con cariño, ¡y que viva la Pachamama!

 

 

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