Este verano decidí embarcarme en una aventura que cambiaría mi vida: un voluntariado internacional en Ecuador. Mi destino fue la ciudad de Lago Agrio, en la zona de Sucumbíos, donde me uní a una federación de mujeres comprometidas con la lucha por el empoderamiento económico y social de las mujeres en la región.
Desde el principio, me sentí abrumada por la cálida bienvenida que recibí tanto de la comunidad como de la federación. La gente local era increíblemente amable y hospitalaria, y pronto me sentí como en casa. Mi trabajo se centró en el apoyo en la casa amiga de la federación. Tuve la oportunidad de trabajar en una variedad de proyectos, desde la organización de talleres educativos hasta el acompañamiento de niños y adolescentes realizando diversas actividades.
Otra parte fundamental de mi experiencia fue la inmersión en la cultura ecuatoriana. Desde la deliciosa comida local hasta las festividades tradicionales, cada día estaba lleno de nuevas experiencias. Tuve la oportunidad de explorar la impresionante belleza natural de Ecuador, desde las majestuosas montañas de los Andes hasta la exuberante selva amazónica.
Pero más allá de las experiencias y los lugares, lo que realmente hizo que este verano fuera inolvidable es gracias a las personas que conocí. Compartimos risas, desafíos y momentos profundos de reflexión. Aprendí a valorar la diversidad de perspectivas y culturas, y a apreciar la importancia del trabajo en equipo en la consecución de objetivos comunes.
Ha sido un viaje de autodescubrimiento, aprendizaje y crecimiento personal. Mi experiencia en Ecuador siempre ocupará un lugar especial en mi corazón, y estoy segura de que las lecciones que aprendí continuarán guiando mi camino en el futuro.