Hola, soy Valentina, y en julio de este verano me puse una mochila y me fui sola a vivir mi experiencia de voluntariado. Un poco por suerte acabé en Cascales, un pueblo a unos kilómetros de la capital de Sucumbíos. Gladys, directora de FUCANISTEC (Fundación Casa de los niños de Santa Teresita de Cascales), me recibió sonriente en el aeropuerto, colocamos el chip de internet a mi teléfono y nos subimos en un carro hacia el Oriente. En ese viaje de horas, curvas y baches, me hizo una idea de lo que me iba a encontrar durante lo que iba a ser mi mes de voluntariado, pero no tenía ni idea de todo lo que me esperaba.
Las Casas de los Niños son espacios libres de juego, en los que se apoya a niños que no siempre tienen todas las facilidades que se merecen en sus actividades escolares, y se les brinda un espacio seguro donde ser niños, y un almuerzo. Gladys, Doña albita, Doña Angelita, Pedro Luis, Rosario, Estalin… hacen una labor admirable y se convierten en el refugio y en “segundas mamás” de muchos niños a diario. Participar en sus dinámicas, organizar talleres, jugar a “policías y ladrones” como una niña, las largas tardes de pulseras y ser una más de ese espacio, es una sensación que todavía no puedo describir.
Por las mañanas, junto a Doña Rosita, nos encargamos de reabrir un centro de adultos mayores cerrado hasta entonces por la pandemia. Allí bailábamos, cosíamos, jugábamos al bingo, a las cartas… y me contaban sus historias, sus vivencias y sus miedos. Además, ellos tomaban su almuerzo y me animaban a bendecir la mesa. Es gracioso porque allí era “Niña Valentina” y en la Casa de los Niños “Profe Valentina”, pero en ambos sitios me sentí inmensamente arropada y querida.
Para acabar mi viaje, en Quito me acogió Adelina y su familia, y en tan solo cuatro accidentados días creamos un vínculo muy especial, y supe qué es que te quieran aún sin conocerte de nada.
Puedo decir que me enamoré del proyecto, y a pesar de que Ecuador estaba viviendo una situación político-social complicada, fue una experiencia preciosa, en la que aprendí y escuché mucho. Pedro Luis al teléfono, Julio, Gladys y su familia me acogieron en su casa, y tuve la suerte de tener largas conversaciones con sus hermanos, de ver mucho “Volley”, y de sentirme una más y no una extraña en una casa a muchos kilómetros de la mía.
Me fui de Sucumbíos con el corazón lleno, pero sabiendo que tarde o temprano voy a volver.