¡Hola! Mi nombre es Nico, y he pasado los tres meses de verano de cooperante en Ecuador de la mano de la ONG aragonesa Huauquipura y de la ONG ecuatoriana Maquita. ¡Os cuento un poco sobre mi experiencia en el «país de los cuatro mundos»!
La historia comienza casi un año atrás, cuando decido matricularme en el Máster Propio de Cooperación de la Universidad de Zaragoza y empiezo a introducirme en el complejo universo de la cooperación internacional, que siempre me había interesado y a la vez impresionado tanto. Durante los primeros meses del curso me topé con muchas maneras diferentes de entender la cooperación, el desarrollo y las responsabilidades compartidas de entre quienes habitamos el planeta. Uno de los enfoques que más me sedujo fue el que nos presentó María Rubio, profesora del Máster y Coordinadora de Proyectos Huauquipura, y poco después tuve la suerte de que se me presentase la oportunidad de realizar las prácticas del Máster en algunos de sus proyectos en Ecuador con su habitual contraparte Maquita, una potentísima Fundación ecuatoriana de comercio justo.
Maquita lleva ya varias décadas focalizando esfuerzos en transformar las relaciones sociales y económicas del Ecuador en favor de las familias, comunidades y organizaciones de menos recursos económicos principalmente mediante procesos asociativos productivos y comerciales, como la construcción de circuitos sostenibles de economía social y solidaria de productos estratégicos que permitan incrementar los ingresos y mejorar la calidad de vida de las familias. ¡Qué afortunado me sentí cuando supe que podría conocer y participar en varios de sus proyectos en diferentes territorios del Ecuador!
Nada más llegar a Quito, me incorporé al equipo de la oficina central y, sintiéndome como en casa, trabajé en la formulación de un proyecto de apoyo productivo y fortalecimiento asociativo de productores y productoras de panela en la zona central del Ecuador. Una semana después, me sumé a un encuentro entre compañeras y compañeros de Maquita y Huauquipura en la ciudad amazónica del Tena, que duró varios días y que culminó con un encuentro con las máximas autoridades provinciales en la Prefectura del Napo. Durante las siguientes semanas que pasé en la amazonia me quedé enamorado de la chakra, un sistema de cultivo ancestral kichwa que garantiza la soberanía alimentaria de las familias, preserva la biodiversidad propia de la selva y contribuye al fortalecimiento identitario y cultural de las comunidades. Más tarde, en la costa del Pacífico, participé en los potentes movimientos en defensa de los manglares y en proyectos de turismo comunitario sostenible y, por último, en la zona costera interior, colaboré en el diseño e implementación de la evaluación de un proyecto de producción, asociatividad y comercialización agrícola ya finalizado.
Durante mi estancia en Ecuador, cada día iba superando más y más mis expectativas previas. En este maravilloso lugar, tan lleno de retos, injusticias, esperanzas, valentía, y que tan bien me acogió, aprendí a valorar más intensamente que nunca la importancia de la escucha, de la diversidad, del cuidado, de la semilla y del horizonte que, aunque sea por definición inalcanzable, nos ayuda a caminar.