Con cariño, vamos a presentar la experiencia de vida de un grupo que desde hace años esta colaborando con Isamis a través de su entrega personal. Viajeros constantes en su afán de compartir un tiempo de sus vidas con las gentes de Sucumbíos, allá en Ecuador. Ellos son Toño, desde Quel, y Josean y Bea desde Arnedo, durante un tiempo vinculados directamente en la Asociación Huauquipura (Zaragoza) y desde diciembre de 1999 a través de Huauquipura Rioja asociación que ellos iniciaron a fin de poder ayudar mas directamente, con el apoyo de las instituciones de la Rioja, a las gentes de San Miguel de Sucumbios a través, siempre, de la Misión Carmelita.
Julio Tomás, Toño como le llamamos cariñosamente, fue el primero en acercarse a ISAMIS, el ya llevaba su semillita en el corazón, pero además tiene un hermano que es Carmelita en Burgos que le animó. Estos Carmelitas son los que conformaban la Misión en San Miguel de Sucumbios, en el Nororiente de Ecuador, desde hace más de 75 años. Allí, en la frontera con Colombia y Perú. Allí, donde las dificultades para sus moradores son muy grandes debido a la cercanía con ambos países y especialmente debido a los problemas en la frontera con Colombia. Allí, donde los indígenas fueron desplazados por la aparición del petróleo y miles de personas llegaron con lo puesto. Allí, donde las injusticias son mayores y los pobres más pobres, porque además son reprimidos con fuerza por los militares Ecuatorianos, y los paramilitares Colombianos.
Los Carmelitas invitan a Toño a visitar la misión y este, junto con Esther y Javier, otros dos queleños, se animan a visitarla durante un corto tiempo. La experiencia de este viaje le impactó viendo las necesidades tan grandes de las gentes y el desprendimiento de las mismas hacía todos los que conviven con ellos. Lo que mas le impacta es, el que comparten hasta lo que no tienen “su propia comida” con sus invitados.
A la vuelta decide poner su granito de arena para paliar en la medida de sus fuerzas la situación que ha vivido. Sabe que no puede hacerlo el sólo y que no podrá llegar a todos pero le anima la convicción de que es mejor caminar que estar parado o sentado en el camino. Comienza a recaudar dinero y voluntades a través de los rastrillos, primeramente en Quel y más tarde en Arnedo con la ayuda de Josean al que conoce en una excursión, y al que le cuenta la historia de su vivencia y de lo que está intentando y pide su ayuda y la del grupo scout para colaborar en un mercadillo en Arnedo. Juntos organizan tres días de mercadillo en Arnedo, con la artesanía que un grupo de Madrid, amigo, les cede y la que Toño había traído de Ecuador, todo ello atendido por los Scouts.
Más tarde Toño decide, por segunda vez, viajar hacia Ecuador, a la misión, y se lo cuenta a Josean con el que ha llegado a conectar con fuerza. Josean, que desde novios había compartido con Bea, ahora su esposa, el deseo que llevaba en su corazón de vivir una experiencia misionera y que además vive con intensidad cualquier momento que implique entrega y disponibilidad para ayudar a los demás se anima. Comparte con Bea su deseo y deciden de común acuerdo que también Josean lo acompañará en este viaje. A estos se les unen dos personas más, Luis Marqueta desde Huauquipura en Zaragoza y Luis de Arnedo, todos juntos llegan a Ecuador en el verano de 1998 donde son cariñosamente acogidos.
En Quito se quedan un par de días para adaptarse a la altura del país y de allí se trasladan a la misión Carmelita de Isamis, la iglesia de San Miguel de Sucumbíos. Conocen al obispo Monseñor Gonzalo del que reciben una grata impresión por su cercanía y su afabilidad y más tarde descubrieron en él su familiaridad y su compañerismo. Estuvieron en Apafano, una finca piloto con un proyecto que Huauquipura desarrolló junto con la Misión. En el mismo se estudian y experimentan la calidad de las tierras, los cultivos y las semillas más apropiadas para la Amazonía. Durante 20 días estuvieron compartiendo duro trabajo, junto con alegrías y penas por las dificultades del entorno, con la familia de Eusebio que junto con su esposa y siete hijos cuidan de la finca bajo la atenta mirada de Enrique, un aragonés que entrega su vida a este proyecto de vida y esperanza para los agricultores de la zona.
«Vine encantado y a la vuelta conté a mi esposa Bea la experiencia tan impactante que había vivido y como me había llegado “la envenene “ y desde ese momento se animó y juntos hemos compartido durante 5 ó 6 años la experiencia tan dura y gratificante como es vivir esa realidad durante dos o tres meses de nuestras vidas cada año.» (Josean)
Beatriz se entusiasmó con lo que su esposo le compartió, a su vuelta, y entró de lleno ya no solo en el acompañamiento, ya que en la actualidad es el alma de este equipo. Ella pese a sus achaques y dolores ha desarrollo tanto en Ecuador como en el entorno de Huauquipura Rioja, una labor singular en todos los campos. Bea desde la Rioja ejerce una labor intensa: Tesorera de la propia Asociación, vocal de la Coordinadora de ONGD, miembro del Consejo de Cooperación de la Autonomía de la Rioja, Jurado en la entrega de los premios a las personas o entidades más significativas en la solidaridad desde la Rioja. También en la preparación de rastrillos, recogida de medicamentos, preparación y presentación de proyectos de desarrollo, atendidos por mediación de las instituciones como de pequeños proyectos que son atendidos gracias a lo obtenido a través de los rastrillos de Arnedo y Quel. Todo ello acompañado por la labor de sensibilización que está realizando en el entorno.
En sus viajes a Ecuador Bea ejerce de abuela de los niños del hogar infantil donde los niños les llaman cariñosamente “Los abuelos”. Con la Federación de mujeres de Sucumbíos colabora enseñándoles diversas manualidades, reparación de ropa usada o aprovechamiento de la nueva, que se va enviando para los niños desde España.
Los dos o tres meses que pasan en Ecuador cada año se les quedan cortos para hacer todo aquello que piensan puede ayudar en su entorno, y aún cuando es mucho lo realizado, siempre piensan que todavía se puede dar más. Como podemos ver no les faltan quehaceres ni en su entorno ni en Ecuador, y los tres de común acuerdo dicen: «No cambiaremos nuestro modo de ayuda salvo que las fuerzas físicas nos fallen y continuaremos esta labor con el mismo empeño, cariño y amor con el que lo estamos haciendo hasta el momento.»