Os voy a empezar contando como comenzó la idea de irme de voluntaria.
Había terminado la carrera y la opción de hacer un máster no me parecía la mejor idea sin ni siquiera tener claro qué es lo que me gustaba y qué quería hacer con mi vida, así que compaginé trabajo (no relacionado con mi ámbito) y diferentes cursos. Fue en uno de estos cursos donde conocí a la Asociación Huauquipura, quienes me comentaron la posibilidad de poder irme a hacer voluntariado a otro sitio distinto, relacionado con mi ámbito profesional, como era la Federación de Mujeres de Sucumbíos (FMS) en Ecuador, quienes llevan más de 30 años trabajando con mujeres. La Fede es una asociación que surgió a través de la organización y lucha de diferentes mujeres para combatir las conductas machistas, demandando una justicia social, económica, cultural y política.
Después de haber hecho el papeleo pertinente, hacer la maleta y organizar diferentes cosas, por fin llegué a Ecuador. Tuve la suerte de irme con Esther, otra chica voluntaria que iba a ir al mismo sitio que yo, así el viaje se hizo mucho más ameno y en el caso de que nos perdiéramos por el aeropuerto o cualquier otro sitio allí estaríamos las dos.
Uno de los proyectos que lleva la Federación de Mujeres de Sucumbíos es la Casa de Acogida, donde residen de forma temporal mujeres con sus respectivos hijos/as que han sufrido violencia de género; iba a ser en este proyecto donde yo participaría. Al comienzo mi compañera Esther y yo andábamos un poco perdidas en cuanto a funciones, horarios, etc. pero con la ayuda de las que trabajan en la FMS nos costó muy poco empezar a hacer rutina allí.
Una vez que nos presentaron los diferentes espacios de la FMS, a sus trabajadoras y las chicas de la Casa, las trabajadoras nos estuvieron guiando y explicando todas las funciones y tareas que se llevan en las distintas áreas que trabaja la FMS. En mi caso fue Olga, la trabajadora social, la que me explicó la situación en la que se encontraban las chicas, el funcionamiento y organización que llevaban en la Casa; y así poco a poco fui aprendiendo e involucrándome más en el proyecto. Lo bonito de allí era el trato y buen rollo que se respiraba entre las chicas, desde luego que la cohesión del equipo de trabajo hace mucho. Las facilitadoras que pasaban allí todo el día habían logrado crear un entorno muy familiar, y aunque como en todas partes siempre hay malos entendidos, la dinámica de funcionamiento era muy buena.
Os podría contar mucho sobre las amistades que me he llevado y el buenísimo recuerdo que me llevo de cada una de las personas que conocí allí y que me trataron como si fuera parte de su familia, además de los sitios increíbles que he tenido la suerte de poder visitar, pero me alargaría en esto hojas y más hojas. Sin duda ha sido una suerte para mí y desde luego una estupenda experiencia el poder formar parte de esto, porque aparte de aprender un montón me llevo un recuerdo muy bueno de todas. Ahora lo duro, es la vuelta.