Laura Navarro

Laura Navarro

Es difícil contar todo lo que aprendí y sentí en esta gran experiencia, pero voy a comenzar por lo más fácil, presentándome. Soy Laura, una estudiante de medicina que decidió adentrarse en esta breve pero intensa experiencia del voluntariado internacional, antes de comenzar el último año de la carrera. Me puse en contacto con Huauquipura y les transmití mi deseo de colaborar en un voluntariado lejos de casa ofreciendo mi yo personal y no profesional, pues en un futuro quiero hacer lo mismo pero ejerciendo de médico. Desde Huauquipura me ofrecieron colaborar con CEENCAR, una pequeña escuela para niños, niñas y adolescentes con discapacidad tanto física como intelectual.

En realidad, cuando llegué a Ricaurte (Ecuador) no sabía cuál iba a ser mi función allí exactamente. Lo único que sabía era que iba a estar en el CEENCAR durante un mes. Al principio entre el “jet-lag” y el no saber mi función me sentía un poco desorientada pero rápidamente me acogieron todos, y fue, a los dos días cuando me presentaron a 4 hermanitos (Ronny, Joao, Henry y Josué), muy agradables ellos y me contaron a qué nos íbamos a dedicar los posteriores días: a gestionar un huerto para personas discapacitadas.

Al comienzo de la semana me enseñaron el huerto, el cual estaba habilitado en su mayor parte para que ellos pudiesen trabajar con su silla de ruedas puesto que son discapacitados. Tres de ellos tienen la enfermedad de Lesch Nyhan y el cuarto y más pequeño síndrome de Down. Además también se incorporó Karina, amiga de ellos, que era sordomuda. Ellos no pueden asistir a las clases de la escuela puesto que ya son mayores de edad y el Estado no se lo permite. La finalidad de este huerto es ofrecerles la inclusión laboral, en definitiva, que todos los días amanezcan y tengan una obligación y labor que hacer.

Además hacíamos otras actividades, como ir a dar paseos por el pueblo, ver alguna película, realizar actividades comunes del colegio o simplemente charlar durante un buen rato. Lo que más me gustaba era verles felices y con una sonrisa en la cara a pesar de todas sus dificultades. Me hicieron sentir parte de su vida, de su alegría y eso no tiene precio.

El último día de mi estancia allí fue muy duro, fue triste despedirme de todos ellos… no quería irme, era una sensación extraña, una mezcla entre felicidad por haberles conocido, a ellos y a todos en general, y tristeza porque no sabía cuándo les iba a volver a ver.

Terminando ya esta breve memoria, quiero agradecerles a todos esta posibilidad que se me dio para realizar esta actividad. He vivido, me han enseñado y he aprendido un montón de cosas gracias a todos ellos. Recuerdos y enseñanzas que siguen perdurando en mi memoria día a día, como si hubiesen ocurrido ayer.
Un trozito de mi corazón se ha quedado en Ricaurte y en un futuro muy próximo, estoy segura de que volveré a visitarlo.

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