¡Hola! Soy Ana Muñoz, tengo 22 años y soy graduada en Derecho. Este verano tuve la inmensa suerte de poder participar como voluntaria de Huauquipura en el proyecto de la Federación de Mujeres de Sucumbíos (FMS) en Ecuador. Una experiencia de la que me gustaría haceros un poquito partícipes con este pequeño texto.
Desde hacía tiempo yo tenía muchas inquietudes de realizar un voluntariado internacional, de salir, conocer y echar una mano a la vez que aprender acerca de otras realidades sociales y culturales. Mientras tanto, Jorge, mi pareja, tenía muchas ganas de seguir aprendiendo en el mundo de la cooperación, en el que ya había vivido varias experiencias. Por ello, decidimos vivir esta aventura juntos.
Comenzamos a informarnos y a contactar con muchas ONG para conocer su trabajo y ver si encontrábamos algún proyecto en el que encajáramos y pudiéramos echar una mano.
Finalmente, acabamos teniendo claro que queríamos participar en el programa de voluntariado internacional de Huauquipura, con el que Jorge había estado en Ecuador tres años atrás.
Huauquipura es una ONG con la que me sentí muy cómoda y muy identificada desde el principio. Hacen un trabajo en terreno admirable en proyectos interesantísimos y tienen una visión del voluntariado muy similar a la que yo tengo. Esto podría parecer irrelevante pero yo agradecí y aprecié muchísimo que Huauquipura se interesara en mandar voluntarios con un mínimo de formación en Cooperación. Tanto el Curso IPC, como el curso que hicimos con ellos y con el resto de voluntarios que nos íbamos a ir ese año me sirvieron enormemente para deconstruir ideas preconcebidas, para abrir la mente, adquirir recursos muy valiosos, conocer inquietudes y experiencias muy diferentes y, sobre todo, para preparar el corazón para lo que venía.
A Jorge y a mí desde el principio nos llamó mucho la atención el proyecto de la FMS. Nos admiraba la solidez del mismo y los avances que han hecho a lo largo de toda su trayectoria, así como la variedad de actuaciones de empoderamiento y asistencia a la mujer que tenían en Sucumbíos, una zona en plena Amazonía, al norte de Ecuador. Así que ahí nos fuimos los dos con Ana Latorre, a la que conocimos en el curso de Huauquipura, con muy poca idea de lo que nos esperaba ahí pero con mucha ilusión y disposición.
Como ya os digo, no teníamos muy claro cuál iba ser nuestro papel durante el mes y medio que teníamos por delante. Únicamente teníamos claras un par de tareas que nos habían pedido desde la Fede ya antes de llegar, como, por ejemplo, grabar videos de 2 proyectos para su difusión. La tarea principal era que teníamos que preparar y dirigir unos campamentos de una semana en dos comunidades indígenas (Yuraxisa y Puyu Punku) para niños de entre 5 y 18 años alrededor de la temática “los derechos humanos”.
Estos campamentos suponían un verdadero reto pues, pese a que los 3 teníamos experiencia con niños y adolescentes, no sabíamos si íbamos a ser capaces de preparar y sacar adelante unos campamentos de esas características. Sin embargo, nos llevamos una grata sorpresa, un sentimiento que empezó a ser familiar durante todo el mes y medio. Los campamentos fueron todo un éxito, conseguimos conectar con los niños y hacer mucho hincapié en el tema de los derechos humanos, un tema que al principio nos imponía, pues no sabíamos cómo iba a ser recibido por los niños, pero que al final nos pareció totalmente acertado. Fue una suerte tener la oportunidad de pensar y disfrutar de actividades con ellos que giraban en torno a su derecho a la diversión, a soñar, a tener una familia y a estar protegidos.
Sin embargo, nuestro papel principal durante el mes y medio no acabó siendo ninguna de las cosas que sabíamos que íbamos a hacer allí, sino que este acabó siendo acompañar a las mujeres y sus hijos que viven en la Casa Amiga, una casa de acogida para mujeres víctimas de violencia de género. Estas mujeres llegan a la casa de manera voluntaria a raíz de una situación familiar o personal muy complicada. Con el trabajo de Nancy, Amparito, Carol y muchas más personas dedicadas a cuidarles, luchan por construir un futuro diferente.
Poco a poco nos fuimos acercando a las mujeres de la casa, comenzamos a pasar más ratos con ellas y con los niños, hasta que acabamos siendo tres más en su día a día. Comenzamos a preparar diversos talleres y actividades con los que pasar tiempo con ellas y con los niños, con la intención de aportarles un espacio de diversión, de desconexión y también de emprendimiento. A veces hacíamos actividades sólo con los niños, como por ejemplo talleres de pintura y de pulseras. Otras veces hacíamos talleres para que se uniera quien quisiera, madres o niños, como por ejemplo talleres de arcilla, de cocina y de atrapasueños o tardes de películas.
Finalmente, también hacíamos talleres pensados específicamente para las mamás con un enfoque diferente, con la intención de proporcionarles ideas de emprendimientos. De esta manera, aprendieron a hacer jabones, velas e incluso ramos de flores para su posterior venta.
Además de realizar estas actividades planificadas pasábamos gran parte de nuestro tiempo libre con ellas. Buscamos actividades que a todos nos gustaran y que pudiéramos hacer todos juntos, como jugar al fútbol o a las cartas. Así, las mujeres y los niños podían llegar a disfrutar de ratos muertos en la casa, que no eran pocos, pues al fin y al cabo, debido a la seguridad que necesitaban, vivían allí sin prácticamente ninguna conexión con el exterior.
No sabíamos dónde iba a hacer falta echar una mano en la FMS y poco a poco descubrimos que realmente lo que se nos podía pedir era estar. Estar con plena disposición para unas mamás muy valientes, con historias difíciles que nos fueron contando poco a poco. Para unos niños que estaban creciendo demasiado rápido. Para unas familias que estaban deseando desconectar, relajarse, reír y jugar. Así que eso hicimos y fue un verdadero regalo. Acompañarlas a ellas fue un enorme aprendizaje para mí. Una lección de vida, de humildad, de fuerza, de valentía y de amor. De cada una de ellas, niños incluidos, me llevé algo valioso y que me he traído conmigo
de vuelta.
A día de hoy, habiendo tomado un poco de distancia y de perspectiva, me hace muy feliz pensar en esos meses. Me marché triste, pero feliz, con el corazón lleno y con una visión más social, más cercana, más completa y más realista del mundo en el que vivimos.