Siempre he querido hacer voluntariado internacional. Justo antes de la pandemia, en el año 2020, decidí hacer el curso de voluntariado con Huauquipura con previsión a irme ese verano durante el mes de mis vacaciones. Pero mi empresa me contó el programa que tienen de voluntariado, con el que podía marcharme hasta 3 meses y no me lo pensé dos veces.
Cuando el tema del COVID estaba un poco más relajado, decidí retomarlo. Elegí entre uno de los muchos proyectos que Huauquipura lleva a cabo en los países del sur, llegué a un acuerdo con Fundación en cuanto a las fechas que me marcharía, esperé a que la contraparte me confirmara y comencé a preparar mi viaje: me informé más en profundidad sobre la Federación de Mujeres de Sucumbíos, leí acerca de la intervención con mujeres víctimas de violencia de género (por desgracia no encontré ningún curso para realizar antes de
marcharme), tuve varias reuniones con Huauquipura y con algunas profesionales de la Federación en Lago Agrio (Ecuador), compré los billetes, hablé con el centro de vacunación internacional, con mi médico para que me recetase todo lo necesario, etc.
Fui con la mente muy abierta, intentando no imaginarme lo que iba a vivir para no condicionarme. Al llegar ahí, me acogieron muy bien, me explicaron todo lo que necesitaba saber. Me acompañaron en todo momento, allí fueron mi familia.
Me encontré con una realidad muy distinta: costumbres, cultura, clima, etc. Percibí una cultura machista y patriarcal, no digo que la nuestra no lo sea, sino que allí lo percibí de otra manera.
Realicé mi voluntariado dentro de la Casa Amiga de la Federación de Mujeres de Sucumbíos, una casa de acogida para mujeres víctimas de violencia de género y sus hijos. La componen: una trabajadora social, una educadora, una psicóloga, una facilitadora, y una cocinera. La facilitadora es quien está con ellas 24 horas, hay 2, que se van turnando una semana cada una.
Esta experiencia me ha aportado un gran crecimiento a nivel personal, lo que repercutirá directamente en mi desarrollo profesional. He aprendido a valorar la importancia de la libertad: las mujeres víctimas apenas pueden salir de la casa por seguridad, muchas de ellas son analfabetas, lo que hace que estén limitadas en cuando al manejo de dinero. Esto limita mucho su futuro, facilitando así el regreso con sus agresores y, por tanto, dificultando su salida del círculo de violencia en el que viven. Muchas de ellas son víctimas desde que nacen,
y es muy difícil salir de este círculo. Me sorprende la capacidad de resiliencia que tienen, su empeño y fortaleza para intentar salir adelante un y otra vez con sus hijos. El gran valor que ponen a cosas que aquí son insignificantes para nosotros, pero que, en realidad, es lo necesario.
He mejorado mi capacidad de adaptación, de escucha activa, empatía y tolerancia. Me esfuerzo mucho más en tratar de entender ciertos comportamientos, mirando más allá de lo evidente. En mi trabajo me ha permitido trabajar de una manera más eficaz la inserción socio laboral de las mujeres en riesgo de exclusión con las que trabajamos.
Allí he sido muy feliz. Me he sentido muy querida por las personas con las que he compartido estos 3 meses: las mujeres, los niños y niñas, y todas y cada una de las profesionales que conforman la Federación. Muy apoyada por Huauquipura y por la Federación, que han sido muy flexibles a la hora de solicitar algún día para poder viajar, pues daban mucha importancia al que pudiéramos conocer la realidad del país más allá de las personas usuarias con las que trabajábamos.