Sin terminar de procesar aun lo que ha supuesto esta experiencia para mí, voy a intentar contaros un poco. Soy Paula Lorda, tengo 23 años y el año pasado realicé el Máster de Cooperación al Desarrollo. Gracias a éste conocí a Huauquipura y todos los proyectos de cooperación que realizan. Soy maestra y por ello, decidí ir a conocer el proyecto de la Unidad Educativa Especializada Nuestra Señora del Carmen (UUENCAR) en Ricaurte, Ecuador. Es un centro educativo que atiende a personas con diversidad funcional, potenciando las habilidades de sus estudiantes para lograr una inclusión social, educativa y laboral.
Fueron 40 días lo que duró mi experiencia en terreno y desde el primer momento la acogida no podría haber sido mejor. Bachi, la directora del centro, y Lourdes, profesora, me vinieron a recoger al aeropuerto de Guayaquil. Una cálida bienvenida en la que nos juntamos con Iván y Martín, otros voluntarios que regresaban ese mismo día. Se reían a carcajadas mientras me contaban anécdotas y me recomendaban que exprimiera al máximo cada momento porque el tiempo volaba, iba a conocer personas maravillosas y podía participar en infinidad de actividades. Iban a ser unos días inolvidables, decían. Y así fue. No sabía que esperar, tenía mil dudas y era incapaz de imaginar lo que iba a vivir. Creo que era imposible, por mucho que nos hubieran informado, contado y recomendado: la realidad lo superó todo.
Aunque la experiencia la empecé sola, a los pocos días llegó mi amigo Víctor Manuel. Compartir esta aventura con él ha sido otro de los grandes aciertos. Nos alojábamos juntos en un apartamento totalmente equipado que se encontraba dentro de la escuela.
Por las mañanas colaborábamos en las actividades del centro: clases lectivas, actividades deportivas, olimpiadas escolares, reuniones sobre proyectos, tareas en el huerto, talleres de cocina… por las tardes realizábamos otras tareas como participar en el programa de radio, pintar la fachada el centro, cuidar el huerto o visitar familias. Las he enumerado rápidamente, pero detrás de todas ellas hay un trabajazo, muchas ideas, gran ilusión e implicación por parte de los miembros. A Víctor Manuel y a mí se nos propuso organizar durante nuestra última semana de estancia en el centro las Olimpiadas Escolares. Así que las semanas previas a ésta estuvimos entrenando con los estudiantes las diferentes pruebas.
Las actividades del huerto iban unidas al proyecto piloto de empleabilidad de personas con diversidad funcional, donde los propios jóvenes son quienes preparan la tierra, siembran, riegan y recogen los productos con los apoyos necesarios. Colaboramos en estas tareas y aprendimos muchísimo con ellas.
Participar en este popurrí de actividades nos permitió estar en contacto con todos los alumnos, así como con el personal docente del centro. La cercanía con la que se nos trató en todo momento fue conmovedora.
Disfrutamos enormemente de las tardes con Lourdes donde nos enseñó a sublimar camisetas, el programa de radio, el pueblo, sus tradiciones, y nos acompañó a visitar familias. Puede que estas fueran de las cosas que más me impactaron. Hay que recordar que es una realidad infinitamente diferente a la nuestra y poder adentrarte tanto en la vida de todas estas personas fue un regalo. Nos permitió empaparnos muchísimo mejor de su realidad, sus costumbres y cultura. Historias impactantes, duras y a veces difíciles de digerir. Esto no es un viaje sin más, es una experiencia realmente transformadora y de crecimiento personal que es difícilmente comparable.
Gracias a Marisol por acogernos y contarnos con tanto amor todas sus historias. Gracias a Ronny, Henry y Joao por todo lo que reíamos a vuestro lado. Gracias a Bachita por enseñarnos tantísimo. Gracias a Lourdes por permitirnos ser casi unos estudiantes suyos más y prácticamente su sombra. Gracias a Anita por todas las comidas en casa. A todas las maestras por la confianza.
Estas personas y muchísimas más nos abrieron las puertas de sus casas y sin apenas conocernos nos enseñaron hasta el último rincón de sus vidas. Me siento muy agradecida y afortunada.
He vuelto tremendamente impactada, con un buen torbellino de emociones que aún no sé del todo expresar ni encajar. Pero sin duda ha sido la experiencia que más me ha enseñado de la vida, de la realidad del mundo en el que vivimos y de la necesidad de conocer todo ello.
Se que volveré al UEENCAR para poder reencontrarme con todas estas personas. Pero mientras tanto sigo y seguiré en contacto con ellas y con el proyecto.
Huauquipura me ha permitido vivir esta experiencia, llegar ahí con muchísima información, sintiéndome segura. Además, gracias al curso previo pude conocer a otros voluntarios, que han sido un pilar básico en toda mi experiencia. Y esto es lo que te aporta Huauquipura: poder sentirte “Entre Herman@s».