Alicia Alonso

Alicia Alonso

El 24 de julio de 2024, llegué a Ecuador con una mochila e infinitas ganas de vivir todo lo que estaba por venir. Poco después de llegar, recibí el mensaje: “Parece que la ruta más rápida está cortada, así que te tocará ir por la larga, son unas 7 horas”, me dijeron. Tras 24 horas de viaje, no pude evitar pensar “qué mala suerte”, ya que solo quería llegar al destino cuanto antes. Lo que no sabía era que esa carretera más larga me regalaría algunos de los paisajes más impresionantes y diversos que había visto en mi vida. Pasé esas siete horas con la boca abierta, admirando la belleza del país a través de la ventana: volcanes, cascadas, ríos, montañas, y, al final, la Amazonía, una selva inmensa y mágica difícil de describir. ¡Qué suerte que la carretera estuviera cortada! Aunque lo mejor llegó al final, cuando me esperaban brazos abiertos y sonrisas de oreja a oreja. Luisa, Bryan y Nhora: gracias por hacerme sentir en casa desde el momento en que crucé la puerta de la Fede.

A partir de ahí, durante mi voluntariado en la FMS, tuve la oportunidad de involucrarme en varias actividades. En la Escuela de Promotoras, trabajé con mujeres líderes de organizaciones locales, quienes, tras capacitarse en derechos humanos, igualdad de género y técnicas de acompañamiento comunitario, llevan este conocimiento a sus comunidades, impactando a unas 1200 mujeres en toda la provincia. Ser parte de estos talleres fue inspirador, ya que vi de cerca cómo estas mujeres transformaban ideas en herramientas para el cambio. En este contexto, participé en talleres de arteterapia, donde el arte se convertía en un lenguaje de sanación y reconstrucción emocional. Además, una de mis contribuciones más especiales fue diseñar y facilitar una capacitación enfocada en la identificación de problemas y necesidades, que ayudó a las participantes a priorizar los desafíos que enfrentan para desarrollar propuestas concretas en proyectos futuros.

En el ámbito de la salud, formé parte del proceso de selección de 700 beneficiarias para un programa de diagnóstico preventivo de cáncer de mama, programa fundamental en una región con acceso limitado a servicios médicos especializados. Por otro lado, en el marco de la identificación de necesidades para un proyecto de agua y saneamiento, visité las comunidades de San Rafael, Lorenzó y El Litoral. Durante estas visitas, los habitantes compartieron sus principales problemáticas: la falta de agua potable y de electricidad, la contaminación de los ríos y las enfermedades derivadas de estas condiciones.

Por último, una de las experiencias más divertidas durante mi voluntariado fue grabar un anuncio en la radio para el que me pidieron hablar con acento ecuatoriano. Aunque estuve lejos de pasar por una persona local, conseguimos dar a conocer la Feria de los Cuidados, un evento clave para la comunidad que brindó a las mujeres un espacio para exhibir y vender sus productos, impulsando así el fortalecimiento económico femenino.

Conocer el increíble trabajo que se realiza en la Fede fue, sin duda, un auténtico privilegio. Tener la oportunidad de aprender de las mujeres de la Escuela de Promotoras, conocer a las personas de las comunidades y ser testigo de su inmensa resiliencia, solidaridad y capacidad de organización fue una experiencia transformadora. Pero, sobre todo, formar parte del gran equipo que forma la FMS fue un verdadero regalo. Aunque las palabras nunca serán suficientes, quiero darle las gracias de corazón a todas las personas que me enseñaron tanto y que me brindaron tanto cariño durante mi estancia (Zoila, Carmen, Laura, Cris, Hernán, Lupe, etc.). En especial, quiero dar las gracias a Ángel, mi mentor desde el primer día, quien con su dedicación y entusiasmo me transmitió su amor por Lago y por la cooperación. Gracias por tu tiempo, por compartir tu experiencia y por contagiarme tu ilusión, que me motiva todavía más para seguir por este camino. Gracias también a María, a Ludo,a Giorgio y a Iva por las risas, las lágrimas, las aventuras, las historias y los abrazos que espero que sigan sumándose.

La vida en Sucumbíos es bella, simple y compleja a la vez. Llena de lugares, personas, animales, plantas, emociones y aprendizajes que no quiero olvidar nunca. Ya de vuelta, solo me queda confiar en la leyenda que cuenta que quien se baña en el río Aguarico…vuelve o se queda. Y yo, espero que se haga realidad muy pronto.:)

 

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